NOTA: explicación del final de la película en el último párrafo de la entrada.
Hace unos días vi
Vivir es fácil con los ojos cerrados porque había leído que era la representación española en
los Oscar. También leí que mucha gente no entendía por qué no había sido
La isla mínima la primera opción, así que decidí ir al cine anoche para comprender por qué ésta película tenía tan buenas críticas y por qué era mejor que cualquiera de las tres candidatas para llevar a los premios de la Academia (
El niño,
10.000 km,
Vivir es fácil...). Ahora, tras verla, puedo decir que una servidora
no entiende por qué éste largometraje no fue el elegido.
Dos policías madrileños, en la España de los
años 80, son enviados a una remota población andaluza para investigar la desaparición de dos hermanas. Uno de ellos tiene un futuro brillante y prometedor, mientras que el otro arrastra el estigma de haber formado parte de la represión franquista.
Nos presentan
dos caras de una misma moneda, muy al estilo
True Detective - lo cual debería ser al revés, ya que la película
fue rodada antes. Raúl Arévalo y Javier Gutiérrez hacen un trabajo impecable en el papel de dos policías con futuros, destinos, ambiciones y pasados
opuestos. Es un hilo secundario muy bien apareado con la historia, la cual no deja de ser un thriller y no una crítica social (que de esas ya tenemos muchas). Las pintadas en la pared vaticinando el regreso de la dictadura, los crucifijos con la imagen de ¿Hitler? y Franco... son sólo detalles que acompañan a las circunstancias históricas. Creo que nos pretenden mostrar que La Transición fue simplemente una invención de Suárez, que realmente
no existió tal cosa en este empobrecido país.
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Raúl Arévalo y Javier Gutiérrez |
El Guadalquivir y sus marismas cenagosas nos son presentados de la manera más brillante y hermosa posible.
Alex Catalán es el responsable de, quizás, lo mejor de la película: su fotografía. Los planos
cenitales estáticos - creo que conté cinco -, a mi ver usados en los momentos justos y precisos, no sólo nos ofrecen un regalo a la vista, sino que nos transmiten el mismo mensaje que a lo largo de la película: los personajes están en un laberinto gigantesco, no hay cambios, el paisaje (y la España con intención de ser democrática) sigue igual. El último de ellos, al final del largometraje, deja de ser estático para realizar un descenso de la cámara, enfocando una carretera que se pierde entre los cultivos: la vida sigue hacia delante, hay que dejar lo vivido atrás (¿la Transición?). El
vestuario, también, irreprochable, muy acorde con el paisaje agreste, húmedo, ocre, solitario, sobrio.
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Las marismas o un cerebro |
Estamos indiscutiblemente ante la
mejor película española del año, muy por encima de las tres mencionadas anteriormente. Como thriller, cumple estupendamente con su cometido, sin obviedades y con muestras sutiles que van enfilando el caso hacia el culpable, nunca cayendo en el error de creer que el espectador es estúpido e incapaz de pensar por sí mismo. La tensión y la incertidumbre se mantienen a un nivel constante, no hay momentos anticlimáticos, y me cortaría el brazo izquierdo si todo ello no fuera gracias a los escenarios. Las
marismas y el
'catetismo' andaluz colocan a ambos protagonistas en un plano completamente ajeno a lo que ellos conocen. El
mejor momento de la película, si se me permite opinar, es la persecución del Dyane 6 de noche. Es una escena de acción muy bien conseguida, muy impecable- aunque casi pierdo el corazón de un infarto.
La isla mínima te cuenta una historia simple y vulgar, un thriller policial
sin originalidad alguna: chicas desaparecen en un pueblo donde nadie cuenta nada. ¿Dónde está lo que hace destacar tanto a esta película? En el modo de contártelo, en el modo de lograr ese nivel constante de tensión y ansiedad (que no angustia), jugando con esos
silencios en los que el paisaje es el único que te habla y la banda sonora brilla por su ausencia.
Raúl Arévalo y Javier Gutiérrez hacen una pareja estupenda, con mucha química - lo más heterosexual posible - y con unos primeros planos excelentes. El segundo es quizás el que ha tenido el trabajo más difícil (interpretar a un franquista adaptándose a la nueva democracia), que logra superar con nota alta.
Gutiérrez eclipsa a Arévalo, sin desmerecer el trabajo de éste.
Mención a los que interpretan a los padres de las adolescentes desaparecidas,
Antonio de la Torre (que ya me encantó en
La gran familia española y
AzulOscuroCasiNegro) y
Nerea Barros, que con dos minutos en pantalla ya logran gustarnos. El único que merece un tiro entre ceja y ceja es
Jesús Castro. Será porque ya lo he marcado con la cruz, pero no entiendo por qué tiene tanto éxito un chaval que sólo sabe poner la misma cara en todas las escenas. Por último, genial el personaje de Jesús (Salva Reina), un toque cómico entre tanto drama.
En definitiva, animo a todo el mundo a pagar una entrada, por cara que sea, para ver esta película en la gran pantalla.
La fotografía lo merece, y dudo que en un ordenador o en una televisión se pueda disfrutar tanto. Una historia intrigante, un thriller apasionante sin la necesidad de escenas de extrema acción, unos actores impecables, calidad de sonido ¿qué más se necesita para convencer a alguien de que vaya a verla?
Por último, explicar el significado del final de La isla mínima: [SPOILER] las jóvenes eran seducidas por Quini (Jesús Castro). Eran llevadas a la casa que alquilaban en el campo, donde les hacía fotos teniendo relaciones - consentidas o no - con el viejo capataz de las 'manos suaves'. Luego las amenazaba con publicar las fotos si contaban algo de lo ocurrido. Las chicas, asustadas y deseando marcharse del pueblo, se encontraban 'casualmente' con los folletos de ofertas de trabajo y contactaban con el supuesto empleador, que no era otro sino el guarda Sebastián que muere al final, quien las torturaba y luego las llevaba al río a que las palas las triturasen (allí donde irónicamente muere también él). Mi interpretación personal es que Sebastián hacía lo suyo por su propia cuenta, sin la colaboración de los otros. Éstos sospechaban pero tampoco les interesaba decir nada a la policía, ya que estaban usando esa casa para las violaciones y las sesiones fotográficas.
Lo que ha desconcertado a muchos es el tema del reloj. Hay gente que baraja la teoría de que sea Gutiérrez, y que Arévalo decide callarse porque el otro le ha permitido llevarse el mérito para volver a Madrid. La otra posibilidad es que sea del viejo terrateniente (el de las manos suaves), a quien Arévalo decide no perseguir porque le interesa marcharse a la capital cuanto antes. Yo soy de la opinión de que el capataz es el del reloj, que lo de Gutiérrez es un recurso del director para despistar, aparte del hecho de que él es de Madrid y está ahí únicamente como 'castigo', jamás ha estado antes en ese pueblo. Sería rizar mucho el rizo, y la película no pretendía llegar tan lejos. Quizás nunca sabremos la verdad hasta que el director o el guionista hablen.
[Edición: en esta entrevista, Alberto Rodríguez dijo "Aparte creo que cuando salgan del cine tendrán unas cuantas preguntas en la cabeza de las que no sé el enunciado ni la respuesto pero que seguro servirán para seguir dándole vueltas días después a la película". Conclusión, sólo intentan mantener una discusión abierta, no que hagamos de detectives e intentemos descubrir quién es el asesino.]
Una cosa sí es cierta: el personaje de Arévalo, tan seguro de lo que es correcto y lo que no, termina al final rompiendo la foto que demuestra que su compañero era un torturador y asesino franquista, ya que no todo es blanco o negro (y de nuevo un paralelismo con nuestra historia: la España 'democrática' no lo era tanto, y aún quedaban pueblos como éste en los que las cosas se seguían haciendo en la sombra). Gutiérrez le ha permitido quedarse con el mérito, le ha salvado la vida apuñalando a Sebastián, así que él cierra la boca cuando el otro le pregunta '¿todo bien?'.