Un cazarrecompensas atraviesa las nevadas montañas de Wyoming en una diligencia, con una fugitiva encadenada a él. Su objetivo es entregarla viva en Red Rock, donde cobrará los dies mil dólares por su captura. Sin embargo, en su camino se ve obligado a compartir vehículo con dos desconocidos por culpa de una ventisca. Buscará refugio en la mercería de Minnie, aunque allí también se encontrará con otros cuatro individuos de los que no sabe nada. La sospecha crece entre los ocho viajeros, que tendrán que compartir techo durante los dos o tres días que dure la nevada.
Tarantino tiene estilo. Un estilo que desagrada a algunos, pero que conquista a otros. En mi humilde crítica a este grande, debemos partir del punto de que soy una fan incondicional de Quentin y me cuesta calzarme los zapatos de sus detractores, así que será difícil no sólo ser objetiva (aunque la objetividad en este blog no existe) sino también saber recomendarla a un público adecuado. Porque no entiendo que a una persona no le guste el cine de Tarantino.
En Los odiosos ocho volvemos a las fórmulas originales, si es que alguna vez Quentin dejó de ser Quentin en alguna de sus películas. Un largometraje que hace honor a su prefijo: largo como un día sin pan - pero que disfrutándolo se convierte en un suspiro. Dividido en capítulos y con los Red Apple de protagonistas en la sombra. Morricone a cargo de la banda sonora. Racismo, violencia, diálogos. Planos cenitales o contrapicados y Samuel L. Jackson. Sangre en cantidades irrisoriamente innecesarias.
Pero es precisamente esa vaguedad del guión la que me conquista cada vez que veo su filmografía. ¿Alguien puede decirme en qué consiste Reservoir Dogs o Pulp Fiction? Como Los odiosos ocho, son un par de escenas alargadas hasta el extremo, con diálogos fascinantes pero completamente vacíos y personajes que se van entregando al público precisamente a través de ese diálogo continuo. La magia de Tarantino se centra en sus guiones, en los cuales reside la complejidad de todas sus películas. Porque no es sencillo elaborar una sucesión de monólogos y que con ello el espectador vaya satisfecho a su casa. Pero ahí tenemos el famoso recital bíblico de Samuel L. Jackson (quien repite otro soliloquio, esta vez sobre penes negros), que en realidad no aporta nada a la historia pero que parece imprescindible en Pulp Fiction como una manera de elevar la tensión; o la discusión al comienzo de Reservoir Dogs sobre Madonna y las propinas. En esta ocasión, yo diría que la medalla de oro iría para Tim Forth y su disertación sobre la verdadera justicia y la justicia de masas.
El verdugo y la justicia |
Un personaje, una historia. Y de esa manera tan simple, con cada uno explicando de dónde viene y hacia dónde va, comienza un relato en una posada, donde la simpleza da paso a la complejidad más retorcida, donde el humor se convierte en tensión acumulada que va escalando hasta que explota la violencia. Una línea made in Tarantino, que vuelve a funcionar de mano de unos actores que en su mayoría ya conocemos de otras de sus películas. Jennifer Jason Leigh está nominada a mejor actriz de reparto en los Oscar, merecidamente, pero yo no me veo capaz de elegir a mi preferido del elenco, pues como siempre Quentin ha sabido dirigirlos a todos hacia el resultado que él buscaba, que no es otro que la impecabilidad.
J. J. Leigh en su papel de criminal desquiciada y masoquista |
Para los que por desgracia vean la versión doblada, como yo, avisarles de que Quentin hace un cameo como narrador y que Tim Forth no es Christoph Waltz (pese a tener el mismo doblaje y los mismos movimientos). También podréis disfrutar de Samuel L. Jackson mirando directamente y enamorando a la camára. Los más sensibles, por contra, quizás no puedan soportar la sangre, las referencias al racismo o la violencia sexual. Pero quien va a ver alguna película de este director sabe a qué se está enfrentando.
En definitiva, que Los odiosos ocho está del carajo, hablando en plata. Muy Tarantino, a un nivel superior - según mi opinión - que Django desencadenado y Malditos bastardos, volviendo al puro Grindhouse. Película entretenida, pese a su duración, con una violencia que se hace de rogar y una fotografía sublime. Pero, si por algo me ha enamorado, es por los eternamente insuperables diálogos, el vehículo que Tarantino explota para hacer evolucionar la historia y el clima de ésta, así como para dar a conocer a los personajes. Todo en un único escenario estático que da para jugar al Cluedo desde nuestro asiento. Completamente recomendable al público en general e imprescindible para los fans.
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